Salimos de Salamanca y llegando al puente, el ciego me mandó que me acercara al animal de piedra que tiene forma de toro y allí puesto, me dijo:
- Lázaro, apoya el oído en este toro y oirás un gran ruido dentro de él. Yo acerqué la cabeza y, cuando sintió que la tenía sobre la piedra, cerró la mano y me dio un gran golpe contra el toro que más de tres días me duró el dolor y me dijo:
- Necio, aprende que el mozo del ciego ha de saber un poco más que el diablo. Y rió mucho la burla.
Me pareció que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije para mí: «Verdad dice este, que tengo que estar atento y espabilar, pues estoy solo y debo pensar en valerme por mí mismo».
Me pareció que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije para mí: «Verdad dice este, que tengo que estar atento y espabilar, pues estoy solo y debo pensar en valerme por mí mismo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario